sábado, 22 de diciembre de 2007

Anónimos todos: ¡Bienvenidos!


'Internet, la red virtual que no tiene identidad, poblada por el cruce fragmentario de textos y tipos de textos que otros tantos navegantes recortan y trasvestizan. Narración sin centro a fuerza de cruzarse con otras narraciones en un juego errático que se rehace sobre la marcha. ¿No resuena la historia latinoamericana, hecha de cruces y mezclas, en este estilo propio de la red virtual? Si la red es de por sí compleja, abigarrada, barroca, sincrética, guarda cierta consonancia con nuestra identidad hecha de mestizajes e hibridaciones. Si la orden del día en el mundo virtual es mezclar, reciclar, recombinar, dialogar en la diferencia, manejar discontinuidades, jugar con distintos niveles de discurso, entonces no estamos tan mal. Tenemos un acervo cultural y un patrimonio de personajes propicios para entrar en el juego de la red. Un mundo en red donde el mejor entrenado es quien se la ha pasado mestimezclado. Quien sabe, entonces, si ese lenguaje de la red, hecho de pedazos de conversaciones propias y ajenas, montaje de hipertextos perfectibles, pudiese aprenderse desde América Latina como si por aquí siempre hubiese hablado' (Hopenhayn 2003). 


¿Quiénes somos?


Esta paradójica pregunta no viene al caso. Si este espacio se llama Sociedad de Arqueólogos Anónimos, no tiene sentido que quieran saber quiénes somos; además, si la prestigiosa Real Academia Española nos dice que anónimo es el ‘secreto del autor que oculta su nombre’, sería una contradicción esencial decirles que nos llamamos Daniela Padilla y Camila Charó y que estudiamos arqueología en la Universidad de Chile. No. Esto no va con nuestra Sociedad. Pregúntennos de todo, menos quiénes somos, y mantengamos el anonimato. Ahora bien, al contrario de lo que sucede en la mayoría de las aproblemadas Sociedades Anónimas, nosotros no queremos rehabilitarnos ni rehabilitar a nadie, sino al contrario hacernos cada día más adictos y promover esta adicción. Peligroso, ¿no? Pero todo depende de qué adicción estamos hablando.


La arqueología científica ya cuenta con instancias de autoreflexión institucionalizadas: sus congresos, sus jornadas anuales de discusión, sus grupos estables de trabajo, sus revistas especializadas y sus laboratorios. Nuestra idea, entonces, es desprendernos de la rígida autoridad científica que ha determinado históricamente el quehacer arqueológico en nuestro continente para escribir y reflexionar libremente aquí, o donde sea, pues el conocimiento debe permearnos a todos y a todas transversalmente sin importar cuantos títulos tengamos ni cuantas veces nos han citado.

No pertenecemos a la Sociedad Chilena de Arqueología, no somos investigadores de un proyecto Fondecyt, no tenemos claves de acceso para leer artículos en Jstor ni en American Antiquity, no tenemos ponencias en los congresos -la mayoría de las veces no tenemos ni la plata para asistir a ellos- no contamos con tecnología GPS ni ArcView y ni siquiera podemos sacar libros del Museo Chileno de Arte Precolombino. La única institución que de alguna manera nos respalda es la desordenada pero imprescindible Universidad de Chile.

Pero, sin embargo, tenemos muchas ideas, algunas recolectadas por ahí, algunas sembradas y en proceso, otras ya crecidas… y queremos compartirlas y enriquecerlas con todos los arqueólogos anónimos que paseen por la, también anónima, red virtual… así que: Opinen! Pregunten! Debatan! Critiquen! Destrúyannos si es necesario! Y es una orden…
Es importante que esto se nos escape de las manos -ya estamos dando el primer paso para arrancarlo de las manos de la autoritaria ciencia positivista- porque saber es poder y porque, al fin y al cabo, en esta red virtual de múltiples caras todos podemos en alguna medida ser arqueólogos anónimos








Ahh! y también nos divertimos... si no nos creen pueden dirigirse a la videoteca y se encontraran con un fabuloso video de algunos de nuestros miembros fundadores en tiempos de Congreso…


Fotos: Amaranta Buendía y Robert Doisneau